Seguía embistiendo el cavernícola cada vez más agresivo ante la actitud pacífica del naturista y el rechazo generalizado del resto de la gente . Hasta llegó un momento en que tuvieron que agarrarlo por los brazos unos de su propio clan porque intentó pasar de las palabras a los hechos.
Lleno de rabia, se arrojó a las aguas dando grandes brazadas alejándose de la playa. Aunque, de regalo, nos dejó prestada a su mujer supongo que para seguir manteniendo la tensión escénica.
Mientras lo veía alejarse mi pensamiento jugaba con la posibilidad de que, de las profundidades marinas, saliese un tiburón, un gran tiburón blanco o azul o incluso verde y se lo comiera allí mismo. No hubo suerte y aquel ser mediático (o sea salido de la edad media) regresó.
De todas maneras, parece ser que el chapuzón o la indiferencia de la gente hicieron mella en él y volvió algo más calmado. Procedió a vestirse mientras amenazaba con cerrar la playa al público en un patético intento de imitación de otro de sus famosos congéneres : la cala es mía.
Luego se marchó muy dignamente, él y los suyos, entre las sonrisas irónicas y las no pocas ganas de aplaudir tan espléndida representación por parte del respetable.
Pero la cosa no acabó ahí.
miércoles, 15 de agosto de 2007
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