lunes, 14 de enero de 2008

otros obeliscos (2)

Algún anónimo, sabedor de mi afán investigador, me envió una información confidencial: muy cerca de donde resido habitualmente se levantaban unas desconocidas ruinas.
Sin perder el tiempo, me dispuse a afrontar una nueva expedición. Le puse la correa a la cámara y me eché el perro al bolsillo. O viceversa.
Al poco de internarme en el bosque (que otros llaman parque) lo encontré:
elevándose hacia el cielo, medio oculto entre los viejos pinos, una especie de monolito con extrañas muescas y dibujos en toda su superficie.




Temblando por la emoción disparé la cámara mientras me acercaba.
Aquellos agujeros parecían ser una especie de escala primitiva que llevaba a la cúspide del monumento.Quizás los símbolos indicaban el culto al que estaba erigido.




Pero lo mejor estaba todavía por llegar; al pie del imponente monolito alguien había tallado tres enigmáticas letras: C I D subrayadas con una especie de cruz o espada...




Durante horas estuve dándole vueltas a la cabeza tratando de descubrir el significado. Llegué a pensar si la C tendría algo que ver con el nombre del lugar: Culleredo.
Estudios posteriores me demostraron que no era así. No eran siglas. Era el sobrenombre ( lo que hoy conocemos como nick , vaya) de aquel famoso caballero Rodrigo Díaz de Vivar.
Según algunas crónicas, después de obligar Alfonso VI en la famosa jura de Santa Gadea a reconocer que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano, parece ser que a éste no le sentó muy bien.
Finalmente, después de un sonoro " ¿ Por qué no te callas ? " el rey mandó al Cid a tomar por c... digo al exilio. Por lo cual el tal Rodrigo y sus alegres mesnadas se dejaron caer por las inhóspitas tierras de Culleredo.
Finalizo aquí esta crónica mientras me preparo para organizar otra expedición en busca de nuevas pruebas que confirmen mi teoría.
Continuará... o no.

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